miércoles, 23 de marzo de 2011

Arquitectura de libro Guinness



Un artículo de Anatxu Zabalbeascoa

Con crisis o sin crisis, parece que los récords siguen motivando a mecenas arquitectónicos y promotores inmobiliarios. Hay negocio en el XXL. El último logro, la piscina descubierta más larga del mundo, bate tantas marcas que cuesta describir su arquitectura a partir de una sola. Se trata del nuevo icono de Singapur. El Marina Bay Sands es un hotel formado por tres torres de 55 pisos coronadas por la ya famosa piscina al aire libre (150 metros), sobre una plataforma más larga que la Torre Eiffel tumbada y ubicada a 200 metros del suelo, literalmente sobrevolando el aire de la ciudad.



Pero hay más récords. Más allá de conseguir que nadar se convierta en volar, las tres torres, unidas en la planta veintitrés, son el edificio que más rápidamente se ha levantado nunca en Singapur (a razón de una nueva planta cada cuatro días). Las 2.561 habitaciones comparten edificio con 300 tiendas de lujo y seis restaurantes. Entre éstos se encuentra el Santi, de Santi Santamaría, en la estela del que el cocinero de Sant Celoni inauguró en el hotel Atlantis de Dubai. Gastronomía, comercio y descanso conviven con piezas artísticas tan monumentales como la nube de Antony Gormley -suspendida en el atrio de la primera torre entre los pisos 5 y 12-, que pesa 14,8 toneladas. Así, el complejo hotelero es, de nuevo, otro récord, el edificio que mayor inversión ha hecho en obras de arte –asimiladas a la arquitectura, se entiende-. De hecho, además de centro comercial y hotel, el conjunto cuenta con un teatro (que acogerá musicales de Broadway), un auditorio y ¿lo adivinan? un museo de arte.



Con todo, permítanme dudar de que la mayor sorpresa sean los récords. Lo más sorprendente del conjunto es el nombre del arquitecto que lo firma. Un grande de la arquitectura mundial que levantó en Montreal las viviendas modulares y prefabricadas Habitat 67 para la exposición universal de dicha ciudad canadiense.



 Hoy Moshe Safdie sigue interesándose por los retos. Pero, tras levantar el Museo del Holocausto y el Mamilla Center en Jerusalén o el Aeropuerto de Tel Aviv, sus retos parecen haberse transformado. ¿O no? ¿Es un reto hoy responder a las demandas de la sociedad pudiente con centros comerciales que lo sean también culturales? ¿Es una pantomima mezclar ambas actividades? ¿No lo hacen ya casi todas las artes?


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